-
¿Qué harán acá afuera con
los chicos corriendo en medio de la calle desde tan temprano en vez de entrar?
–me pregunté.
Estaba contenta y así saludé a unas mamás que
estaban paradas contra la reja de la escuela.
-¡Buen
díííía!
Nada,
silencio total.
Para
mis adentros pensé:
-
Ah, bueno, desde el primer
día ya ni saludan…
Caminé un poco más pero me di vuelta y volví a decir, pero esta vez más fuerte:
-¡Buen
díííííííííííía!
A
duras penas me contestaron, y sin ninguna gana.
Al
entrar, un nene ya grandecito iba saliendo, es decir, nos cruzamos.
-¡Buen
díííía!- le dije.
Nada.
-¡Buen
díííía!- repetí.
Siguió
caminando como si tal cosa, así el mundo.
Menos
mal que más adentro volví a saludar a una mamá con su nena y ellas sí
respondieron. Seguramente habían observado la situación anterior. Ya estaba pensando que me había vuelto invisible, como en esas
películas de terror en que no se ve al
protagonista que trata de comunicarse con los vivos.
Está
difícil el tema. Ahora no sólo hay que educar a esta generación de niños, sino
a la anterior, de la que los chicos sacan esos ejemplos , digamos, no del todo
deseables.
María Nieves Acero
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