Primer día de clases en la
biblioteca. Año 2015. Muchos chicos ,
usuarios COMUNES, se arremolinaron entusiasmados y sabiendo cómo funcionan los
préstamos, enseguida buscaron algún libro y se acomodaron en la fila para que
se los anote en la compu. Algunos
preguntaban dónde estaban los de animales, otros los de terror, los
clásicos de siempre.
Unos pequeñitos se vieron
atrapados por los lindos colores de los
Cuadernos del aula, y les tuve que explicar que eran para las maestras…
Todo bien hasta que les pedí que no se amontonaran y que hicieran
la hilerita para que los pueda atender a todos
en orden. Contra la computadora seguían todos pegoteados y empujándose.
- Así no los voy a atender. Hagan
la fila, no se empujen. A ver ¿quién está después de vos?
- Él.
- Bueno, a ver , ponete ahí detrás.
Nada, ni un movimiento.
- Y vos también, ponete en la fila,
así los atiendo bien a todos.
Nada… Ya empezaba a impacientarme
porque tienen sólo diez minutos de cada recreo para sacar libros y no alcanza el
tiempo. Eran muchos y no hacían caso.
-Hacele un lugar a tu compañero,
correte un poquito hacia atrás así se pone en la fila.
(¡Bien!, esa nena sí hizo caso)
Pero un niño seguía firme al
costado de la fila, impávido ante los pedidos de hacer fila, mirando fijo, con
terquedad, y no se corría. Insistí una vez más sabiendo que no iba a ser fácil convencerlo…
Su reacción fue dirigirse a un
estante, poner con rabia el libro así nomás encima de los otros, volver a mirar
con resentimiento e irse. Una lástima: quedarse sin el libro sólo por no querer obedecer un simple pedido…
Bueno…¿en esto también será que
hay que dejarles hacer lo que quieran sin enseñarles a respetar al que está
antes?¿ O todavía nos queda un pequeño derecho a educarlos?
María Nieves Acero
María Nieves Acero
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