Hora
de salida. Unos forman fila para irse a sus casas, otros para entrar al
comedor. Unos tranquilos, otros correteando por ahí…, y uno grandote de cuerpo
y con sobre edad avanzada, que no era alumno mío ese año, atascando la puerta
de la galería impidiendo a empujones que pase cualquiera. ¡Aaaayyyy!
Fácil
sería decir:
-¿Qué
está haciendo? Vaya a su lugar y deje en paz a sus compañeros. ¿No se da cuenta
que no corresponde empujarlos así e impedirles el paso?
Pero
eso sería comprarse un pasaje hacia el insulto seguro. Y no es cuestión.
Entonces,
no sé cómo, me acerqué (porque yo también tenía que pasar por la puerta que
oclusaba) y le dije con una sonrisa inventada:
-Hola
. ¿Qué hacés acá?
Sacó
pecho y se encaramó un poco sobre sus pies para hacerme frente mejor.
Bueeeno…,
viene difícil, pensé para mis adentros.
Y
arriesgué con la mejor cara de simpatía que pude:
-A
ver, a ver, chiquitín, dejame pasar que con vos ahí no puedo. Mirá el lío que
hiciste que estamos todos acá amontonados que parecemos sardinas en una lata. A
ver, a ver…
Y hasta le di unas palmaditas en el brazo
haciéndole ver que no me daba miedo (aunque sí me daba porque si se negaba iba
a tener que discutir con él y reprenderlo, y eso nadie lo buscaba porque sí)
Bueno,
y salió bien la estrategia. Se corrió y hasta se sonrió un poco, tanta fue la
extrañeza que le causó la forma en que le dije las cosas.
Por
un lado me da mucha rabia tener que estar pensando “estrategias” para poder
pasar por una puerta, para dirigirme a un alumno o corregirle actitudes que
perjudican a otros, porque hay que estar luchando contra una sociedad que lo
hizo así. Por otro lado hasta me da pena
pensar que el 80% de lo que escucha de los adultos en su casa deben ser reproches a los gritos e insultos. Y que lo absorbe todo, como una
esponja. Y que por eso es como es, y que por eso insulta, y que por eso guapea.
Y que todo eso es fuerte, muy fuerte, muy instalado en su vida y en la de
tantos otros chicos que llevan como bandera el resentimiento.
Y
hacemos lo que podemos, que no siempre es mucho.
María Nieves Acero
María Nieves Acero
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